Hay un costado en la vida de Albert Einstein no tan recordado: era un ávido marino. Durante los años que veraneó en Nassau Point, el físico alemán gustaba de salir asiduamente a navegar a bordo de su embarcación “Tinef”, también es sabido que en varias oportunidades debió ser remolcado debido a su gusto por hacerse a la mar en días de tormenta. Existen crónicas en periódicos de la época en las cuales destacaban la pasión del físico por navegar en aguas turbulentas, por el puro gusto de hacerlo. A esto hay que sumarle un pequeño detalle, Einstein no sabía nadar.
Hay algo bastante conocido en el mundo científico aunque a menudo se pase por alto y es la significativa y profunda conexión que existe entre la toma de riesgos y la creatividad. Para empezar, la creatividad es el acto de hacer algo, muchas veces, a partir de nada, de llevar a cabo las ideas que primero fueron producto de la imaginación y ese, quizás, no sea precisamente un trabajo para timoratos.
En una encuesta realizada por la Asociación Americana de Agencias de Publicidad en el año 2012, entre algunos de los deportes más practicados por los publicistas figuraban: salto base, escalamiento, carreras de motos, esquí y paracaidismo.
Por supuesto que a menudo el desarrollo creativo no sale como se quisiera y a veces resulta muy mal, es parte del proceso, las personas creativas fallan frecuentemente.
En tal sentido, hay un sinnúmero de investigaciones que avalan que los individuos creativos tienen altos niveles de producción, esto quiere decir que estas personas no tienen mejores ideas que el resto de la gente sino que tienen más para elegir ya que trabajan en unos niveles y volúmenes de criterios, que les permite compensar su tasa de errores, que como dijimos, puede ser considerablemente alta. Por tanto, convengamos que la imaginación no sólo requiere de convicciones y coraje, también se necesita la voluntad de caer y levantarse por esas convicciones, una y otra vez.
La perspectiva neurológica
Pero hay un punto más profundo aquí y es la perspectiva neurológica, la creatividad es el producto de conexiones de "largo alcance" en el cerebro. Cuando se trata de buscar una solución creativa, muchas veces no alcanza con hurgar entre las conexiones neuronales más cercanas y recurrentes, en tales casos el cerebro debe ir a la búsqueda de conexiones más sutiles. Esta forma de pensamiento requiere de mucha práctica, por tanto si requiere de práctica hay que entrenarlo ¿Cómo se puede aprender a pensar de esta manera?
Cuando el cerebro se encuentra con estímulos no familiares bajo circunstancias inciertas y sobre todo cuando estas se dan en condiciones de inseguridad, nuestros instintos más básicos son los que se hacen cargo de la situación, como resultado de esto, el sistema extrínseco racional del cerebro se desvía a favor del sistema creativo intuitivo.
En pocas palabras, en un esfuerzo por salvaguardarnos, el sistema de reconocimiento de patrones del cerebro comienza a buscar a través de lugares "inexplorados" y de conexiones neuronales poco conocidas tratando de hallar una posible solución.
Así trabaja nuestro cerebro en un momento de alarma, busca por donde generalmente no lo hace, esto crea condiciones para la innovación, es una forma de entrenarlo para pensar de maneras inusuales. O sea, las situaciones de riesgo acostumbran al cerebro a ser más intuitivo, de esta forma, directa o indirectamente lo habitúa a ser más creativo.
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