A todos nos ha pasado, ya sea en un ascensor, haciendo una fila o tal vez simplemente hablando con una persona. Por lo general, nuestra reacción es de molestia cuando sentimos que, de alguna forma, nuestro espacio social está siendo vulnerado.
Si alguien se acerca demasiado para hablarnos, dentro de un tiempo quizás ni siquiera recordemos de lo que dialogamos, pero es muy probable que recordemos esta transgresión a nuestro territorio.
La verdad es que todos somos sensibles al espacio que nos rodea, esto se basa fundamentalmente en cuestiones culturales, pero también en preferencias personales.
Si usted creció en algún país de América Latina, es factible que pueda soportar sin problemas el estar muy cerca de los demás. En cambio si usted vive en una cultura donde se aprecia más el espacio, seguramente mantenga cierta distancia.
En algunos lugares, la necesidad de un espacio más amplio son mayores, por ejemplo, algunos países europeos como Inglaterra, Alemania o Suiza tienden a utilizar espacios más holgados. Pero a medida que nos globalizamos la realidad cambia. Esto se nota claramente en los países de América (norte y sur) que en gran medida son naciones formadas tanto por inmigrantes como por pueblos originarios, allí nos encontramos con todo tipo de preferencias. Por ejemplo en el medio oeste de los Estados Unidos las personas requieren un mayor espacio para estar más cómodas, en cambio en las grandes ciudades del continente, Nueva York, San Pablo, Río de Janeiro o Buenos Aires, la gente se posiciona más cerca.
Demasiado cerca altera el sistema límbico
Todos sabemos por experiencia propia lo incómodo que es cuando alguien invade nuestro espacio social, tanto es así, que cuando una persona se posiciona demasiado cerca, se altera nuestra capacidad de razonar. Esto es porque las transgresiones espaciales perturban el sistema límbico que percibe esto como una amenaza potencial, y cuando se altera el sistema límbico, con él se alteran el orden de nuestros pensamientos.
Hace unos años, una universidad norteamericana llevó a cabo un experimento en la cola de un supermercado. Una persona se paraba de forma intencional muy cerca de algunas personas que hacían la fila. El resultado fue que muchas de las "víctimas" no recordaron números básicos como el de su tarjeta de crédito o el seguro social en ese momento.
El antropólogo estadounidense Edward T. Hall fue uno de los precursores en estudiar las distancias corporales y la forma que utilizamos nuestro espacio social.
Hall fue el primero en decir que las personas tenemos 4 tipos diferentes de espacios para interactuar: el espacio íntimo, el espacio personal, el espacio social y el espacio público.
Para dar un ejemplo, el espacio íntimo es hasta los 18 centímetros.
El problema es que, como dijimos antes, si no conocemos cuestiones culturales ni preferencias personales del individuo, es difícil de evaluar.
Por lo tanto, más que tener una fórmula basada en distancias específicas, muchos investigadores en la actualidad recomiendan utilizar la siguiente forma de proceder:
Cuando conoce a alguien, lo normal es que usted se incline levemente hacia adelante para estrechar su mano, a veces acompañado también de un pequeño paso hacia adelante. Si inmediatamente después al saludo, la persona da un paso hacia usted, quiere de decir que se siente cómoda estando a una corta distancia. Si permanece en el mismo lugar, entonces es probable que el espacio ya sea lo suficientemente adecuado. En cambio si da un paso hacia atrás, le está indicando que necesita más espacio social para no sentirse incómodo.
La próxima vez que le presenten a un extraño, observe sus movimientos, o quizás también quiera poner a prueba a personas que ya conoce, de esa forma descubrirá como reaccionan las personas con respecto a las distancias corporales y al espacio social.
Qué interesante!!! Me gustó!
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