La evolución de la especie humana nos ha legado tres sistemas cerebrales diferentes (pero interrelacionados) para el apareamiento y la reproducción: el deseo carnal, el amor romántico y los profundos sentimientos de apego a largo plazo hacia una pareja.
El deseo carnal: este sistema está relacionado principalmente con la hormona testosterona (tanto en hombres como mujeres) se basa en el desarrollo de la motivación para buscar sexo con una serie de potenciales parejas.
El amor romántico: relacionado con el neurotransmisor dopamina, este sistema evolucionó para permitirnos centrar nuestro tiempo y energía metabólica en una persona a la vez.
El sistema de apego: asociado principalmente a las hormonas oxitocina y vasopresina, surgió para motivarnos a mantener un vínculo de pareja el tiempo suficiente como para criar al menos un hijo.
Estos tres sistemas cerebrales tienen muchas interacciones complejas. Por ejemplo, la estimulación de los genitales desencadena la liberación de dopamina, lo que puede empujar a la persona al umbral del enamoramiento, a su vez, el orgasmo libera oxitocina y vasopresina, lo que puede estimular los sentimientos de apego.
Sin embargo, estos tres sistemas cerebrales no siempre están bien conectados, de hecho, pueden operar de forma independiente. Razón por la cual una persona puede sentir un profundo apego por su pareja y al mismo tiempo sentir amor romántico intenso por otra persona, y además sentir lujuria por otra persona.
A pesar de que la evolución nos ha provisto de una enorme corteza cerebral con la que tomamos las decisiones sobre nuestros apareamientos y nuestra vida reproductiva, muchos son factores los que contribuyen a decidir como expresamos estos tres sistemas básicos de apareamiento, que forman parte de los numerosos patrones de nuestro sistema neural para impulsar la vinculación y la afinidad humana.
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