A veces, los seres humanos no somos capaces de sacarle ventaja a algunas de las impresionantes habilidades sociales que hemos desarrollado, por ejemplo: no pedimos ayuda tanto como deberíamos.
A pesar de nuestras normas morales altruistas y de la extraordinaria capacidad de comunicarnos, frecuentemente somos renuentes a solicitar ayuda. ¿Por qué no estamos tan dispuestos a hacerlo? Una posibilidad es que normalmente subestimamos, de forma errónea, hasta que punto las otras personas están dispuestas a concedernos una ayuda.
Un estudio realizado el año pasado en la Universidad de Stanford por el investigador Daniel Newark examinó que podría suceder en una situación específica: cuando alguien solicita ayuda por segunda vez después que una primera solicitud había sido rechazada.
Newark y su equipo alegan que las personas infravaloramos la posibilidad de pedir ayuda por segunda vez después que hemos sido rechazados en la primera, según los investigadores, esta una apreciación errónea, ya que estudios anteriores corroboran que algunas partes del sistema límbico (área del cerebro que procesa las emociones) se activa mucho más intensamente en una segunda solicitud de ayuda. Es decir, nos causa mucha más angustia decir "no" por segunda vez.
Cuando alguien se niega a ayudarnos, generalmente lo atribuimos a factores inalterables en lugar de una situación específica, por tanto, se asume que ese individuo no es una persona generosa, en lugar de que quizás tenía alguna buena razón para decir "no".
El resultado es que subestimamos sistemáticamente la generosidad de aquellas personas que nos niegan una solicitud de ayuda.
El estudio
Uno de los experimentos realizados por Newark tuvo como escenario un campus universitario. Los investigadores solicitaron a un grupo de voluntarios presentarse como encuestadores ante los estudiantes y solicitarles que llenasen una encuesta, que después de completada debían enviar por correo a una dirección postal. El resultado fue que el 33% de los estudiantes accedió al pedido.
Pero posteriormente hubo una segunda instancia, en ella se volvía a pedir la participación en la encuesta solamente a los estudiantes que se habían negado en la primera ocasión. Esta vez, el 43% de los estudiantes que se habían negado en primera instancia, accedieron a participar.
Una duda que nos puede quedar es si la tendencia a subestimar la probabilidad de ayuda es igual en todas las culturas. Lo cierto es que en las sociedades occidentales, que generalmente hacen hincapié en el individualismo y la autosuficiencia, puede fomentar la creencia de que los demás están menos dispuestos a ayudar. Sin embargo, en algunas culturas más colectivistas, en general la gente es más propensa a creer que una negación inicial no es barrera para tener éxito en una segunda oportunidad.
Para terminar
Está claro que a nadie le gusta ser rechazado, es por ello que a menudo nos lo pensamos dos veces antes de pedir un favor, otra cosa que solemos hacer muy frecuentemente es volver a pedir ayuda a quien ya nos ha ayudado en el pasado. Estos procesos de pensamientos deductivos pueden crear una especie de paradoja: quién necesite ayuda puede ser menos propenso a solicitarla a aquellas personas que, de hecho, pueden ser los más propensos de ayudarle.
Esto conduce a la errónea tendencia de sobrecargar en las mismas personas las solicitudes de ayuda, cuando en realidad y como la investigación sugiere, si alguien le niega un favor, no dude en repetir la solicitud, sus probabilidades de éxito aumentarán considerablemente en la segunda oportunidad.
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